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La vasta y dinámica red de internet ha transformado radicalmente la manera en que la humanidad se relaciona, aprende y concibe su propia existencia. Esta evolución no es solo tecnológica, sino también cultural y espiritual.
Desde la perspectiva de la Iglesia, los medios de comunicación y, de manera muy especial, el entorno digital, son herramientas providenciales que contribuyen a descansar y cultivar el espíritu y a propagar y fortalecer el Reino de Dios.
El ciberespacio se ha convertido en un nuevo “areópago”, un espacio público que exige la presencia de la voz de la fe. Los cambios que el Internet introduce en el comercio, la educación, la política y las relaciones internacionales no solo modifican el modo en que la gente se comunica, sino también el modo en que comprende su vida.
Doble objetivo
La Iglesia aborda la realidad digital con un doble objetivo, ambos enfocados en el servicio a la persona humana y a la misión evangelizadora.
Uso correcto
El primer gran objetivo es asegurar que los medios de comunicación, incluido el Internet, se desarrollen y utilicen correctamente en vistas al progreso humano, la justicia y la paz. Estos elementos, fundamentales para la doctrina social de la Iglesia son la base para construir sociedades guiadas por un espíritu de solidaridad.
Debido a esta prioridad, la Iglesia busca incansablemente “entablar un diálogo honrado y respetuoso con los responsables de los medios de comunicación” (Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, 1992, n. 8). Este diálogo busca fomentar una reflexión profunda y una programación responsable de dichos medios.
Este compromiso con la sociedad digital exige que la Iglesia se esfuerce en comprender los medios de comunicación, sus objetivos, sus estructuras internas y sus modalidades operativas, para así sostener y animar a los profesionales que trabajan en ellos.
Basándose en esta comprensión y este apoyo activo, la Iglesia puede hacer propuestas significativas que apunten a la eliminación de los obstáculos que se oponen al progreso humano integral y, simultáneamente, a la proclamación del Evangelio.
Reflejo de la Trinidad
El segundo objetivo, de igual importancia y aún más profundo, es la comunicación en y por la Iglesia misma. Este propósito trasciende el mero ejercicio técnico o estratégico de los medios. Más bien, busca ser un reflejo de la misma comunicación que hay entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (Cfr. Jn 17, 21-23), y de la comunicación de Dios con la humanidad. Dios es comunicación. La Iglesia, al comunicar, no hace otra cosa que participar y testimoniar el misterio de comunión de la Trinidad.
Contribución de la Iglesia
Esta dimensión teológica es precisamente la mayor contribución de la Iglesia a la red, por lo menos desde su propio punto de vista. La Iglesia busca ayudar a la humanidad a entender el significado profundo de la comunicación y de los medios de comunicación.
Un mensaje, una noticia o una conexión tecnológica no son fines en sí mismos, sino instrumentos para la comunión. Si la comunicación es reflejo de la vida trinitaria, su propósito último es unir.
Al promover una comunicación que es verdadera porque está anclada en Cristo, que es la Verdad. Es afectiva y efectiva al ser capaz de generar encuentro y comunidad. Y solidaria orientada al bien común y al servicio.
